El embarazo es un proceso de múltiples cambios que demandan una nueva adaptación en diferentes niveles, durante el cual, además de la alegría y esperanza que puede sentirse por el nuevo ser humano, se experimenta temor, ansiedad, muchas dudas… una ambivalencia esperada, especialmente al inicio del mismo y cuando se acerca el parto, tanto en la madre como en el padre.
El llamado “cuarto trimestre” (los primeros 3 meses del postparto), es un periodo aún más retador; si bien es cierto se empieza a desarrollar la identidad de padres desde la concepción, es cuando el bebé nace que se dimensiona que esa personita depende totalmente de ti y al sumergirte en las tareas de cuidado, se ponen en juego una serie de mecanismos psicológicos que te confrontan a diario contigo mismo/a, con lo que crees, deseas, piensas, con tus capacidades, recursos, vulnerabilidades, etc., aunado a la recuperación física post parto vaginal o cesárea de la madre, la adaptación y reorganización de la familia, hasta lograr que cada miembro asuma sus nuevos roles y consolide sus nuevas identidades.
Si este periodo tiende a ser muy difícil cuando se cuenta con dos personas que crían, existe red de apoyo suficiente, hay recursos económicos y el bebé fue deseado y esperado; la dificultad se intensifica si es una familia monoparental, la red de apoyo es escasa, el contexto del embarazo, parto y postparto es desfavorable (sobre todo si ese bebé no es deseado, o existe trauma). Pues, las tareas de cuidado se vivirán con rechazo, aversión, la madre puede desconectarse del ambiente como una forma de protegerse, sus emociones displacenteras se asentarán, facilitando la aparición de cuadros de ansiedad y depresión, u otros trastornos emocionales.
Es decir, la salud mental de la madre se verá impactada, repercutiendo directamente en la salud mental del bebé y en su desarrollo. Por eso es vital que las familias, amigos, el personal de salud, instituciones sanitarias, civiles, religiosas, educativas… que rodean a una embarazada, la cuiden durante cada periodo, para que pueda transitarlos de la forma más sana y gratificante posible, y promover así la salud mental futura de su hijo/a.
En este sentido, se puede evitar que sean dos víctimas:
Como adulto cuidándose a sí mismo/a:
- Realiza acciones para cuidar su salud mental y física.
- Conoce sus derechos y deberes.
- Toma decisiones informadas y asume sus consecuencias
- Aprende sobre sexualidad y planificación familiar.
- Practica una vida sexual segura (no solo se trata de no embarazarse, sino de evitar infecciones y enfermedades de transmisión sexual).
- Sostiene relaciones humanas y sexuales con corresponsabilidad afectiva.
- Pide ayuda cuando la necesita.
Como adulto cuidando a niños y adolescentes:
- Tiene siempre presente que está en la obligación de proteger cada infancia y adolescencia.
- Fortalece su capacidad de decisión: al permitirles negarse a algo que no le gusta (ej. Respetar que no quiera besar o ser besado por un familiar, así sean los mismos padres), los cría sin condiciones (ej. Evitar el “si te comes todo, te llevo al parque”). Respetarlos y no condicionarles les ayuda a ser asertivos, a resistir la presión grupal (ej. “Pruebas de amor”), y a no “canjear-se” por privilegios.
- Utiliza disciplina positiva donde prevalece el respeto, el amor y los límites. Las correcciones físicas vulneran al niño/a al no saber colocar límites físicos con otros, no respetar su cuerpo y el de otros.
- Brinda educación sexual integral según edad y previene el abuso sexual infantil. Acciones como enseñarle las partes del cuerpo por su nombre, cuáles son las partes privadas, saber decir No, a diferenciar secretos buenos de secretos malos, identificar en su entorno a personas de confianza (con quién se siente seguro y en calma), enseñarle a confiar en su “instinto de incomodidad” y a contarlo cuando ocurre; escucharle, creerle, enseñarle a no aceptar obsequios o privilegios a cambio de algo, acompañándolos en sus dudas…
- Construye un vínculo seguro, interesándose en su día a día, estando disponibles e involucrándose emocionalmente. Facilita que se reconozcan seres valiosos, amados, y que no merecen un trato malo (valores que incluirán al elegir pareja).
- Evita exponerlo a estímulos sexuales, incluso por accidente (ej. ver a padres teniendo relaciones, porque ellos no cerraron la puerta). [Los niños no tienen la capacidad para procesar los estímulos sexuales].
- Denuncia hechos de abuso y busca tratamiento para el menor abusado.
Ejercitar una ma-paternidad consciente favorece en tus hijos el desarrollo de una personalidad sana y una vida plena en cada etapa del ciclo vital, pudiendo hacerle frente a las dificultades de forma más adaptativa y a tomar decisiones de bien para sí mismos y para su descendencia.
Damaris Samaniego
Psicóloga Clínica