Los adultos cercanos como apoyo temprano.
Cuando un niño es expuesto a algún tipo de violencia o evento traumático, ya sea que le ocurra a él o lo haya visto, puede causar un gran impacto emocional en él sobre todo si esto afecta su integridad física y emocional.
Es por eso que el tiempo entre que ocurre un evento traumático como un abuso sexual y/o físico, y la respuesta que se da en el ambiente cercano, es crucial para que los niños disminuyan la probabilidad de desarrollar un trastorno mental y se vean afectados profundamente en sus distintas áreas de vida y en su identidad.
Los padres o adultos cercanos (que no infligieron el daño o abuso), son la principal fuente de apoyo tras un evento traumático o tras destaparse un abuso.
Es decir, si los adultos cercanos al niño como padres, hermanos mayores, profesores, niñeras, responden de una manera efectiva, las probabilidades de recuperarse de ese evento son mucho mayores.
¿ Por qué es tan importante la respuesta afectiva y comprensiva del entorno?
Los niños por su edad y nivel madurativo no cuentan con recursos cognitivos y emocionales suficientes para entender emocionalmente las experiencias traumáticas. Requieren de una retroalimentación constante de los adultos para entender las cosas por ejemplo, entender ¨lo que está bien de lo que está mal ̈, ̈lo que fue o no fue mi responsabilidad ̈ , ̈lo que es seguro y lo que no ̈.
Cuando un niño tiene miedo o está ante una nueva situación lo primero que hace es mirar cómo reacciona su madre o los adultos a su alrededor, de esta manera logran interpretar las cosas y de ahí dar una respuesta.
¿Cómo responder de la manera más efectiva a un niño que vivió un evento traumático?
Un niño al que se le valida lo que le ocurre y se le ofrece contención, es un niño que logrará hablar de su experiencia y la procesará mejor para reajustarse nuevamente a su vida.
Es importante transmitir que experimentar emociones de miedo, tristeza y malestar es esperado, y está bien expresar esto a medida que se busca regresar poco a poco a las rutinas y normalidad.
No es sencillo responder de forma efectiva. A veces los adultos respondemos desde nuestro propio miedo o culpa: “ Debí haber hecho algo o evitado que ocurriera”.
Cuando nos enteramos que el niño le ocurrió algo sin darnos cuenta podemos responder gritando, y cuestionamos ¿Por qué no hizo algo distinto?. Por otra parte queremos pensar que las cosas no pasaron (negación) o minimizar lo traumático (creer que el daño no es tanto, y que se le pasará), en ocasiones también tendemos a sobreproteger y esto puede prolongar el miedo y desajuste del niño.
Es esencial que la respuesta sea pronta y compasiva, que invite al niño a sentirse seguro y abierto a compartir lo que siente y sintió en esa situación, retirando la posible culpa de que él hizo algo mal, y asegurando que ha hecho bien en hablar.
Por otra parte hay que valorar que tan expuesto estuvo el padre o acompañante cercano del niño al evento por ejemplo, si fue un choque en un carro familiar, o también fue víctima de un abuso o un asalto; ya que está luchando y procesando su propia experiencia traumática y emocional. Por supuesto este adulto requerirá de ayuda y orientación profesional.
El padre o ser querido que no vivió el evento traumático junto con el niño, también es alguien que necesita ayuda, ya que puede llegar a impactar su propio funcionamiento diario y la relación con el niño. Por lo tanto será igual de significativo que aquel adulto que no vivió el trauma en primera persona también busque ayuda y reciba soporte.
Si nosotros los adultos no tenemos disponibilidad emocional e invalidamos lo que los niños sienten o bien, los sobreprotegemos, será más compleja la recuperación emocional, social, académica y familiar tras eventos traumáticos.
Karen Aleman
Psicóloga y psicoterapeuta