Cuando una persona padece de alguna enfermedad que deteriora su salud, llegando al punto de afectar su autonomía, entra en juego un personaje (o varios) que lleva un papel muy importante. Me refiero a esos seres humanos que están allí, sin importar lo desgastante y difícil de la tarea: los cuidadores.
Un cuidador es una persona que presta servicios a otra que, por alguna razón, no puede hacer algunas cosas por sí misma.
Los hay formales, es decir, reciben un pago por su trabajo y cumplen con un horario establecido. Y los hay informales; por lo general, sin un salario y sin horarios determinados.
A este segundo tipo de cuidadores quiero referirme en estas líneas.
Tíos, hermanos, padres, hijos, primos, amigos y hasta vecinos pueden tener en algún momento el rol del cuidador. Y ¡vaya que es una tarea difícil! Dependiendo de cada circunstancia, pueden ser desde horas, hasta días sin óptimo descanso; preocupaciones interminables, trabajo físico desgastante, emociones intensas y mucha responsabilidad.
En mi experiencia profesional y personal, he conocido algunos cuidadores y un factor común que he identificado en ellos es el sentimiento de culpa, quizás asociado al de responsabilidad, que surge al tomar una pausa, un momento para ellos. Y es que, muchas veces, al velar por el bienestar de este familiar o amigo enfermo, el autocuidado puede pasar a segundo plano.
Autocuidado del cuidador
Por esa razón me tomo la libertad de sugerir algunos puntos en el autocuidado del cuidador, que pueden ayudar a evitar el desgaste físico y emocional:
Su bienestar como prioridad
Aquí es donde he notado que inicia el conflicto. “No hay nada más importante que mi mamá”, me decía una persona en consulta; ese es un sentir respetable; sin embargo, cuando se contrasta esta idea con un posible deterioro de la propia salud del cuidador, se logra ver que también es prioridad estar bien para que el otro esté bien.
Descanso y alimentación saludable
En la medida de lo posible, se deben respetar las horas de descanso sugeridas, la hidratación y una alimentación saludable. Esto sigue el mismo principio mencionado antes: si yo estoy bien, puedo procurar que los demás estén bien.
Enseñar a otros las cosas básicas en el cuidado diario de la persona a cargo
“Qué hacer en caso de…”, dónde encontrar documentos, medicamentos, a quién llamar en alguna situación de emergencia. Así como el cuidador principal aprendió dónde y cómo hacer las cosas, otros miembros de la familia pueden hacerlo.
Mantener un tablero con indicaciones puede ser de gran ayuda.
Pedir ayuda a otros miembros de la familia
Las cargas compartidas pesan menos.
Mantener la vida social activa y realizar actividades que sean placenteras y relajantes
Una salida al cine con amigos, una cena fuera de casa, ir a la playa o caminar en el parque, puede funcionar a la perfección para bajar tensiones.
Hacer pausas
Durante el día, tomarse una pausa para practicar ejercicios de relajación. Unos 10 minutos de respiración consciente disminuyen los niveles de ansiedad.
Un cuidador en buen estado físico y emocional, podrá estar en mejores condiciones para dar lo mejor de sí en el cuidado de su ser amado.
Yaniselly Quintero
Psicóloga Clínica